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jueves, 5 de noviembre de 2009
Bienvenida
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Siglo XIX: el siglo de las reacciones químicas
Se profundiza en este siglo la interacción entre una industria química naciente y los primeros laboratorios de investigación y enseñanza. Desde el punto de vista de su autodesarrollo, una vez que en el siglo XVIII fueran experimentalmente establecidas las leyes ponderales de las reacciones químicas, se exigía una teoría que explicara el comportamiento observado. Unos pocos e inquietos pensadores reflexionaban acerca de la estructura de la materia, y sobre cómo estos elementos reaccionan. Se rescata la idea de los atomistas griegos. Este pensamiento sobre la noción de átomo minúsculo e indivisible con el cual se forman los objetos toma cuerpo en el pensamiento de John Dalton (1766-1844) quien enuncia su teoría atómica.
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¿Qué sistema de símbolos adoptar para representar las fórmulas de las sustancias elementales y compuestas como reflejo simplificado de la estructura de las sustancias?
Desde la Grecia clásica hasta Lavoisier
El modelo de los cuatro elementos:
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El gráfico coherente de este concepto se remonta a Empédocles de Agrigento (490-430 a.C.). Este cuadro, después presentado por Aristóteles, establecía que toda la materia era combinación de cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua, que provenían de la acción de dos propiedades: caliente (y frío) y seco (y húmedo) sobre una materia original no calificada o primitiva. Las combinaciones posibles de a pares de estas propiedades de la materia primitiva producían los cuatro elementos o formas elementales.
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Los filósofos atomistas
El concepto de átomo aparece con Leucipo de Mileto (500 a.C.), de quien poco conocemos, y su seguidor Demócrito de Abdera (460-360 a.C.). Las ideas de esta escuela, en su forma totalmente desarrollada, son las siguientes:
-La materia no admite subdivisión infinita. Los componentes últimos e indivisibles de la materia son partículas muy pequeñas e imperceptibles llamadas átomos. Estos, como la materia misma, son eternos e indestructibles. Las sustancias se diferencian debido a los elementos de los cuales están formadas; dichas diferencias pueden ser de tamaño, forma y disposición de los átomos que las integran.
-Estos átomos están constantemente en movimiento y este movimiento es una propiedad inherente a ellos. Las combinaciones se deben a la fusión de las partículas o átomos al chocar.
-Estos átomos están separados el uno del otro por el vacío, en el cual los átomos se mueven.
El pensamiento de los atomistas estaba, como el modelo de los cuatro elementos, basado en la lógica y la argumentación. Sin embargo, la idea de átomo que proviene de ellos es difundida, hacia 1750, por la comunidad científica, y fue la piedra fundamental para el trabajo de John Dalton.
Siglos XVII y XVIII: el nacimiento de la química moderna
Robert Boyle: el químico escéptico
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Es el primer científico importante que realizó experimentos controlados y que publicó su trabajo explicando detalladamente sus procedimientos, los aparatos utilizados y sus observaciones. Consiguió, casi sin ayuda, que la química fuera una actividad respetable, estudió el comportamiento de los gases e impulsó la idea de la existencia de los átomos.
Joseph Priestley y el aire deflogisticado
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La mayor parte de las experiencias químicas de Priestley están descriptas en su libro Experimentos y observaciones acerca de diferentes tipos de aire. De todos los experimentos relatados, el más importante es el descubrimiento del oxígeno, mediante el calentamiento del óxido de mercurio. Para ello utilizó una lupa que concentraba rayos de sol sobre un poco de óxido de mercurio encerrado en una campana de vidrio.
Priestley identificó otros diez gases, entre los cuales figuran el amoníaco, el cloruro de hidrógeno, el óxido nitroso y el dióxido de azufre. Su descubrimiento más importante fue el oxígeno pero, a pesar de que poseía evidencias de que el oxígeno era un gas en sí mismo, explicó sus hallazgos dentro de los términos de la teoría del flogisto.
La teoría del flogisto funcionó mientras la química fue una ciencia vaga y cualitativa. Desde el momento en que Joseph Black y sus discípulos comenzaron a realizar sus experiencias con mediciones precisas acerca de todos los componentes que participaban en una reacción química, se vio condenada a desaparecer. Más tarde, cuando el francés Antoine Lavoiser estableció la relación entre la combustión y el oxígeno, derribó los cimientos de la teoría del flogisto.
Antoine Lavoiser: el padre de la química moderna
Los numerosos e importantes experimentos y descubrimientos hechos en relación con los gases durante casi cincuenta años tenían que ser reunidos en una teoría global, cosa que ocurrió hacia finales del siglo XVIII. El encargado fue el químico francés Antoine Laurent Lavoiser.
Lavoiser nació en París en 1743. En 1766 ganó una medalla de oro en un concurso convocado por la Academia de Ciencias de su país sobre técnicas de alumbrado público.
Estableció la definición más clara de lo que era un elemento químico, poniendo por fin en práctica la idea que había tenido Robert Boyle durante la década de 1660, relegando definitivamente a los cuatro elementos de los griegos. Se entiende por elemento toda aquella sustancia que no puede descomponerse en otras más sencillas.
La Alquimia
La palabra alquimia procede del árabe al-kīmiya (الكيمياء) o al-khīmiya (الخيمياء), que podría estar formada por el artículo al- y la palabra griega khumeia (χυμεία), que significa ‘echar juntos’, ‘verter juntos’, ‘soldar’, ‘alear’, etcétera (de khumatos, ‘lo que se vierte’, ‘lingote’, o del persa kimia, ‘oro’).
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Se dice que su principal objetivo era la búsqueda de la piedra filosofal, con la cual podrían lograr la habilidad para transmutar oro o la vida eterna.
En el plano espiritual de la alquimia, los alquimistas debían transmutar su propia alma antes de transmutar los metales. Esto quiere decir que debían purificarse, prepararse mediante la oración y el ayuno.
El mayor aporte de los alquimistas es el de los esquipos y aparatos de laboratorio, las técnicas experimentales, como destilación, sublimación, calcinación y cristalización, y métodos para preparar numerosas especies químicas, por ejemplo: cloruro de antimonio, nitrato de potasio, ácido sulfúrico, entre otros.
Actualmente es de interés para los historiadores de la ciencia y la filosofía, así como por sus aspectos místicos, esotéricos y artísticos. La alquimia fue una de las principales precursoras de las ciencias modernas, y muchas de las sustancias, herramientas y procesos de la antigua alquimia han servido como pilares fundamentales de las modernas industrias química y metalúrgica.
Algunos dicen que la tercera meta de la alquimia ha sido alcanzada con la fecundación in vitro y la clonación de embriones humanos, aunque estas tecnologías quedan muy lejos de crear una vida humana desde cero.
Geber, Avicena, Averroes y Razés fueron alquimistas árabes famosos. Entre los europeos se podía mencionar a San Alberto Magno, Roger Bacon, y Raimundo Lulio.
Edad de los Metales
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La técnica del cobre no tardó en difundirse por todo el Próximo Oriente, coincidiendo con el nacimiento de las primeras civilizaciones históricas de la zona, principalmente Sumeria y el Antiguo Egipto; pero muchos estudiosos consideran que pudo inventarse en fechas muy parecidas en otras partes del mundo.
El bronce es el resultado de la aleación de cobre y estaño en una proporción variable (en la actualidad se le añaden otros metales como el zinc o el plomo, creando los llamados bronces complejos). La cantidad de estaño podía variar desde un 3% en los llamados «bronces blandos», hasta un 25% en los llamados «bronces campaniles».
Se supone que fueron los egipcios los primeros en añadir estaño al cobre, al observar que éste le daba mejores cualidades, como la dureza, un punto más bajo de fusión y la perdurabilidad (ya que el estaño no se oxida fácilmente con el aire y es resistente a la corrosión). Además, el bronce es reciclable, pudiéndose fundir varias veces para obtener nuevos objetos de otros ya desechados. La única dificultad reside en exceder la temperatura adecuada, lo que podría provocar que el mineral se echase a perder por oxidación.
El Hierro es uno de los elementos que más abunda en la Tierra. Después del aluminio, es el metal más abundante, sin embargo, su utilización práctica comenzó 7000 años más tarde que el cobre y 2500 años después del bronce. Este retraso no se debe al desconocimiento de este metal, puesto que los antiguos conocían el hierro y lo consideraban más valioso que cualquier otra joya, pero se trataba de hierro meteórico, es decir, procedente de meteoritos. El hierro meteórico era conocido tanto en Europa como en América.
Aunque durante milenios no hubo tecnología para trabajar el hierro, en el tercer milenio a.C. parece que algunos lo consiguieron: en las ruinas arqueológicas de Alaça Hüyük (Anatolia) aparecieron varias piezas de hierro artificial, entre ellas un alfiler, una especie de cuchilla y una espléndida daga con la empuñadura de oro. En el segundo milenio destacan un hacha de combate descubierta en Ugarit y, de nuevo, una daga con la hoja de hierro y una exquisita empuñadura de oro, que formaba parte del ajuar funerario de la tumba de Tutankamón. Las materias primas de estos primeros herreros debieron ser minerales como el hematites, limonita o magnetita, casi todos óxidos de hierro que ya eran utilizados para otros fines en la Prehistoria, por ejemplo para ayudar a eliminar impurezas de la fundición del cobre o como colorantes.
Hay antiguos hallazgos de hierro fundido por el hombre desde Siria a Azerbaiyán. Pero ninguno revela cómo fueron obtenidos ni las técnicas usadas. No se conservan ruinas de talleres, ni herrerías, por lo que se ignora de dónde proceden estos objetos, o dónde «se inventaron».
Cuando el Imperio Hitita fue destruido por los Pueblos del mar, hacia 1200 a. C., los herreros se dispersaron por Oriente Medio, difundiendo su tecnología: de este modo comienza la Edad del Hierro en el Próximo Oriente.
El hierro es más abundante, que el cobre y, por supuesto, que el estaño; y, una vez dominada la técnica, más barato que el bronce. Cuando los hititas desaparecieron y sus artesanos se dispersaron, la producción de este metal aumentó considerablemente en todo el Próximo Oriente y los centros siderúrgicos se extendieron hasta el Egeo, Egipto e incluso Italia por el oeste; hacia Siria y Mesopotamia por el sur, hacia Armenia y el Cáucaso por el norte, y hacia las grandes civilizaciones asiáticas por el este.
La tecnología metalúrgica es tan sofisticada que muchos estudiosos consideran, por esta causa, que sólo hubo un punto de origen, que estaría en el Medio Oriente. Sin embargo, la mayoría admite que pudo haber sido inventada en varios puntos del planeta diferentes y en periodos distintos. Sea esto cierto o no, lo que sí es innegable es que la metalurgia actuó como impulsora de la civilización. La necesidad de materias primas estimuló la exploración del mundo e incrementó el intercambio de mercancías e ideas entre gentes de lugares remotos. Los trabajadores del metal se las ingeniaron para idear técnicas e inventos sorprendentes, cada continente, cada región, tiene sus particularidades que no dejan de ser fascinantes.