jueves, 5 de noviembre de 2009

Bienvenida


En este blog podrás hacer un viaje a través de la historia de la química. Podrás obtener información de sucesos importantes que han ocurrido en la historia de esta, o de personajes importantes relacionados con ella. Te invitamos a recorrer junto a nosotras este viaje que te ayudará a mejorar tus conocimientos en esta rama de la ciencia.

Siglo XIX: el siglo de las reacciones químicas

El nacimiento de la teoría atómica (Dalton)

En el campo de las ciencias químicas, el siglo XIX es pródigo en adelantos, que van desde los primeros elementos de la teoría atómica y estructural hasta las bases de la síntesis orgánica.

Se profundiza en este siglo la interacción entre una industria química naciente y los primeros laboratorios de investigación y enseñanza. Desde el punto de vista de su autodesarrollo, una vez que en el siglo XVIII fueran experimentalmente establecidas las leyes ponderales de las reacciones químicas, se exigía una teoría que explicara el comportamiento observado. Unos pocos e inquietos pensadores reflexionaban acerca de la estructura de la materia, y sobre cómo estos elementos reaccionan. Se rescata la idea de los atomistas griegos. Este pensamiento sobre la noción de átomo minúsculo e indivisible con el cual se forman los objetos toma cuerpo en el pensamiento de John Dalton (1766-1844) quien enuncia su teoría atómica.

John Dalton, hijo de un humilde tejedor, nació el 6 de septiembre de 1766 en Cumberland, Inglaterra. Estudió inicialmente en una escuela rural y su progreso fue tan rápido que a la edad de doce años se convirtió en maestro de la escuela. En 1793 se trasladó a Manchester y allí se estableció para el resto de su vida. Las primeras investigaciones científicas de Dalton se desarrollaron en el campo de la meteorología; diariamente efectuaba observaciones de la temperatura, presión barométrica y pluviométrica. Fue el primero que describió la ceguera hacia los colores (daltonismo), de la que él mismo fue víctima.

Dalton formuló su teoría atómica en 1803. Aunque propuso que los compuestos estaban formados por la combinación de átomos de elementos diferentes en proporciones definidas por números enteros pequeños, también sugiere que los átomos se diferencian entre sí en tamaño forma y otras propiedades. Explicaba que todos los átomos del mismo elemento eran exactamente iguales, pero sus cualidades variaban de un elemento a otro.

Dalton permitió la creación de la química como ciencia exacta y matemática. Afirmaba, por ejemplo, que los átomos del elemento hidrógeno eran los más livianos que existían, y que el peso de un átomo de hidrógeno era la dieciseisava parte del de un átomo del elemento oxígeno. Se le asignó al átomo de hidrógeno un peso de uno; el peso atómico del oxígeno resultaría dieciséis. Por análogo razonamiento Dalton genera la primera lista de pesos atómicos, que llamó Tabla de los pesos relativos de las partículas elementales. No obstante, sus suposiciones acerca de las fórmulas de los compuestos no fueron siempre correctas. Por ejemplo, supuso que la fórmula del agua era HO y ello hizo que algunas de las masas atómicas de su tabla fueran incorrectas. A pesar de esto prestó una utilidad inmensa al progreso de la química.
Descubrimiento de nuevos elementos químicos

Si en la Antigüedad fueron conocidos siete elementos metálicos (oro, plata, hierro, cobre, estaño, plomo y mercurio) y dos no metales (carbono y azufre); el esfuerzo de la alquimia medieval sumó el conocimiento de otros cinco (arsénico, antimonio, bismuto, zinc y fósforo), y el siglo XVIII, con el estudio de los gases, dejó como fruto el descubrimiento de cuatro nuevos elementos (hidrógeno, oxígeno, nitrógeno y cloro), mientras el análisis de minerales aportaba la identificación de nueve metales (cobalto, platino, níquel, manganeso, tungsteno, molibdeno, uranio, titanio y plomo), en total, a las puertas del siglo XIX eran conocidos 27 elementos químicos. Hacia 1830, se conocían cincuenta y cinco elementos, es decir, que se había duplicado en treinta años la cifra de elementos descubiertos en más seis milenios de práctica humana.
El principal problema epistemológico que quedaba pendiente de resolver consistía en aclarar la forma en que se enlazan los átomos en la estructura particular de la sustancia y edificar un sistema de símbolos y notaciones que permitiera una comunicación universal.

¿Qué sistema de símbolos adoptar para representar las fórmulas de las sustancias elementales y compuestas como reflejo simplificado de la estructura de las sustancias?
El sistema jeroglífico de representación de los elementos químicos heredado de la alquimia fue sustituido por un sistema más racional de notación simplificada que se asocia a la representación de una o dos letras iniciales (con frecuencia derivadas de los nombres en latín, plata = argentum, Ag). Este sistema de notación fue propuesto por el químico sueco Jöns J. Berzelius (1779-1848).

Desde la Grecia clásica hasta Lavoisier


Los conceptos químicos que se originaron en los griegos del período clásico fueron, durante casi 1500 años, los conceptos a través de los cuales la química fue entendida. Veamos dos enfoques fundamentales: el modelo de los cuatro elementos y la perspectiva de los atomistas acerca de la materia, posturas que fueron sostenidas por dos escuelas filosóficas diferentes en Grecia. Es importante señalar también que Aristóteles y Platón reformularon, en parte, el modelo de los cuatro elementos, y Anaxágoras lo profundiza, a través de su preocupación por comprender, además, los procesos de cambio de la materia.

El modelo de los cuatro elementos:

El gráfico coherente de este concepto se remonta a Empédocles de Agrigento (490-430 a.C.). Este cuadro, después presentado por Aristóteles, establecía que toda la materia era combinación de cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua, que provenían de la acción de dos propiedades: caliente (y frío) y seco (y húmedo) sobre una materia original no calificada o primitiva. Las combinaciones posibles de a pares de estas propiedades de la materia primitiva producían los cuatro elementos o formas elementales.
Cada uno de los cuatro elementos fue pensado para existir en una forma pura ideal, que realmente no podía ser encontrada en la Tierra. Este conjunto de conceptos químicos intentaba, y lo hizo, algunas de las relaciones entre las propiedades cualitativas de las sustancias.



Los filósofos atomistas
El concepto de átomo aparece con Leucipo de Mileto (500 a.C.), de quien poco conocemos, y su seguidor Demócrito de Abdera (460-360 a.C.). Las ideas de esta escuela, en su forma totalmente desarrollada, son las siguientes:
-La materia no admite subdivisión infinita. Los componentes últimos e indivisibles de la materia son partículas muy pequeñas e imperceptibles llamadas átomos. Estos, como la materia misma, son eternos e indestructibles. Las sustancias se diferencian debido a los elementos de los cuales están formadas; dichas diferencias pueden ser de tamaño, forma y disposición de los átomos que las integran.
-Estos átomos están constantemente en movimiento y este movimiento es una propiedad inherente a ellos. Las combinaciones se deben a la fusión de las partículas o átomos al chocar.
-Estos átomos están separados el uno del otro por el vacío, en el cual los átomos se mueven.
El pensamiento de los atomistas estaba, como el modelo de los cuatro elementos, basado en la lógica y la argumentación. Sin embargo, la idea de átomo que proviene de ellos es difundida, hacia 1750, por la comunidad científica, y fue la piedra fundamental para el trabajo de
John Dalton.

Siglos XVII y XVIII: el nacimiento de la química moderna

Robert Boyle: el químico escéptico
Es el primer científico importante que realizó experimentos controlados y que publicó su trabajo explicando detalladamente sus procedimientos, los aparatos utilizados y sus observaciones. Consiguió, casi sin ayuda, que la química fuera una actividad respetable, estudió el comportamiento de los gases e impulsó la idea de la existencia de los átomos.

Lo que Boyle hizo, en realidad, fue introducir el método científico en la alquimia. Este hecho logró que la alquimia se convirtiera en química (incluso suprimió la primera sílaba del término alquimia para transformarlo en química -“alchemist” y “chemist”, en inglés-) y suprimió las bases en que pretendían apoyarse ciertas creencias, como las de la piedra filosofal. Si bien el libro no transformó la alquimia en química de la noche a la mañana, cuando la química se desarrolló en los siglos XVIII y XIX, los científicos consultaron mucho el libro de Boyle y lo consideraron un punto de inflexión. Por ello, desde ese momento se considera que la ciencia fue la química y los que trabajaban en el campo eran los químicos.

Joseph Priestley y el aire deflogisticado

Joseph Priestley, químico británico, nació en una ciudad cerca de Leeds en 1733. Fue formado para ser ministro de una iglesia como pastor calvinista y ejerció como tal durante toda su vida, por lo que la ciencia estaba lejos de ser lo más importante en su vida. Los intereses intelectuales de Priestley eran de lo más variados, ya que escribió desde tratados de gramática inglesa hasta libros de historia. Durante una de sus visitas a Londres se hace amigo de Benjamin Franklin y otros científicos interesados en la electricidad. A partir de esto, establece con Franklin una relación epistolar en la que comentan los resultados de sus investigaciones.
La mayor parte de las experiencias químicas de Priestley están descriptas en su libro Experimentos y observaciones acerca de diferentes tipos de aire. De todos los experimentos relatados, el más importante es el descubrimiento del oxígeno, mediante el calentamiento del óxido de mercurio. Para ello utilizó una lupa que concentraba rayos de sol sobre un poco de óxido de mercurio encerrado en una campana de vidrio.

Priestley identificó otros diez gases, entre los cuales figuran el amoníaco, el cloruro de hidrógeno, el óxido nitroso y el dióxido de azufre. Su descubrimiento más importante fue el oxígeno pero, a pesar de que poseía evidencias de que el oxígeno era un gas en sí mismo, explicó sus hallazgos dentro de los términos de la teoría del flogisto.
La teoría del flogisto funcionó mientras la química fue una ciencia vaga y cualitativa. Desde el momento en que Joseph Black
y sus discípulos comenzaron a realizar sus experiencias con mediciones precisas acerca de todos los componentes que participaban en una reacción química, se vio condenada a desaparecer. Más tarde, cuando el francés Antoine Lavoiser estableció la relación entre la combustión y el oxígeno, derribó los cimientos de la teoría del flogisto.

Antoine Lavoiser: el padre de la química moderna

Los numerosos e importantes experimentos y descubrimientos hechos en relación con los gases durante casi cincuenta años tenían que ser reunidos en una teoría global, cosa que ocurrió hacia finales del siglo XVIII. El encargado fue el químico francés Antoine Laurent Lavoiser.


Lavoiser nació en París en 1743. En 1766 ganó una medalla de oro en un concurso convocado por la Academia de Ciencias de su país sobre técnicas de alumbrado público.

Estableció la definición más clara de lo que era un elemento químico, poniendo por fin en práctica la idea que había tenido Robert Boyle durante la década de 1660, relegando definitivamente a los cuatro elementos de los griegos. Se entiende por elemento toda aquella sustancia que no puede descomponerse en otras más sencillas.

Además, presentó la primera tabla de los elementos que, aunque muy incompleta, se puede considerar como la base a partir de la cual surgió la Tabla periódica moderna. El listado de las 33 sustancias simples presentando por Lavoisier tiene el siguiente encabezamiento: “Sobre la tabla de las sustancias simples o, al menos, de aquellas que el estado actual de nuestros conocimientos nos obliga a considerar como tales”, e incluye, entre otras, la luz y el calórico. Los nombres dados a las sustancias hasta entonces pretendían identificar cada sustancia según alguna de sus propiedades. Así, por ejemplo, las denominaciones asignadas se referían al color, al sabor, a una propiedad medicinal o al nombre del descubridor.

Los compuestos se clasificaban por familias según los elementos que los constituían, adoptándose el acuerdo de nombrar en primer lugar la familia a la que pertenecían y en segundo lugar su rasgo específico (óxido de hierro). La proporción entre dos elementos que formaban más de un compuesto se indicaría cambiando la terminación del nombre específico. Las sales tomarían el nombre genérico del ácido y el específico de la base. La química adquiría así un lenguaje analítico, metódico y preciso, que permitía nombrar a cualquier nueva sustancia que se descubriese. Además, facilitó enormemente la tarea de los químicos a la hora de comunicarse los descubrimientos los unos a los otros.

La Alquimia

En la historia de la ciencia, la alquimia es una antigua práctica protocientífica y una disciplina filosófica que combina elementos de la química, la metalurgia, la física, la medicina, la astrología, la semiótica, el misticismo, el espiritualismo y el arte. La alquimia fue practicada en Mesopotamia, el Antiguo Egipto, Persia, la India y China, en la Antigua Grecia y el Imperio Romano, en el Imperio Islámico y después en Europa hasta el siglo XIX, en una compleja red de escuelas y sistemas filosóficos que abarca al menos 2500 años.

La palabra alquimia procede del árabe al-kīmiya (الكيمياء) o al-khīmiya (الخيمياء), que podría estar formada por el artículo al- y la palabra griega khumeia (χυμεία), que significa ‘echar juntos’, ‘verter juntos’, ‘soldar’, ‘alear’, etcétera (de khumatos, ‘lo que se vierte’, ‘lingote’, o del persa kimia, ‘oro’).


Se dice que su principal objetivo era la búsqueda de la piedra filosofal, con la cual podrían lograr la habilidad para transmutar oro o la vida eterna.

En el plano espiritual de la alquimia, los alquimistas debían transmutar su propia alma antes de transmutar los metales. Esto quiere decir que debían purificarse, prepararse mediante la oración y el ayuno.

El mayor aporte de los alquimistas es el de los esquipos y aparatos de laboratorio, las técnicas experimentales, como destilación, sublimación, calcinación y cristalización, y métodos para preparar numerosas especies químicas, por ejemplo: cloruro de antimonio, nitrato de potasio, ácido sulfúrico, entre otros.

Actualmente es de interés para los historiadores de la ciencia y la filosofía, así como por sus aspectos místicos, esotéricos y artísticos. La alquimia fue una de las principales precursoras de las ciencias modernas, y muchas de las sustancias, herramientas y procesos de la antigua alquimia han servido como pilares fundamentales de las modernas industrias química y metalúrgica.

Algunos dicen que la tercera meta de la alquimia ha sido alcanzada con la fecundación in vitro y la clonación de embriones humanos, aunque estas tecnologías quedan muy lejos de crear una vida humana desde cero.

Geber, Avicena, Averroes y Razés fueron alquimistas árabes famosos. Entre los europeos se podía mencionar a San Alberto Magno, Roger Bacon, y Raimundo Lulio.

Edad de los Metales

La Edad de los Metales es el periodo de la evolución tecnológica de la humanidad caracterizado por el desarrollo de la metalurgia; comienza antes del V milenio a. C.

El cobre, junto con el oro y la plata, es de los primeros metales utilizados en la Prehistoria, tal vez porque, a veces, aparece en forma de pepitas de metal nativo. El objeto de cobre más antiguo conocido hasta el momento es un colgante oval procedente de Shanidar (Irán), año 9500 a. C. Sin embargo, esta pieza es un caso aislado, ya que no es hasta 3000 años más tarde, cuando las piezas de cobre martilleado en frío comienzan a ser habituales. A partir del año 6500 a. C., en varios yacimientos se han encontrado piezas ornamentales y alfileres de cobre manufacturado a partir del martilleado en frío del metal nativo, tanto en los Montes Zagros (Ali Kosh en Irán), como en la meseta de Anatolia (Çatal Hüyük, Çayönü o Hacilar, en Turquía).
Varios siglos después se descubrió que el cobre podía ser extraído de diversos minerales (malaquita, calcopirita, etc.), por medio de la fusión en hornos especiales. El objeto de cobre fundido más antiguo que se conoce procede de los Montes Zagros, concretamente de Tal-i-Blis (Irán), 4100 a. C., junto a él se hallaron hornos de fundición, crisoles e incluso moldes.
La técnica del cobre no tardó en difundirse por todo el Próximo Oriente, coincidiendo con el nacimiento de las primeras civilizaciones históricas de la zona, principalmente Sumeria y el Antiguo Egipto; pero muchos estudiosos consideran que pudo inventarse en fechas muy parecidas en otras partes del mundo.

El bronce es el resultado de la aleación de cobre y estaño en una proporción variable (en la actualidad se le añaden otros metales como el zinc o el plomo, creando los llamados bronces complejos). La cantidad de estaño podía variar desde un 3% en los llamados «bronces blandos», hasta un 25% en los llamados «bronces campaniles».

Se supone que fueron los egipcios los primeros en añadir estaño al cobre, al observar que éste le daba mejores cualidades, como la dureza, un punto más bajo de fusión y la perdurabilidad (ya que el estaño no se oxida fácilmente con el aire y es resistente a la corrosión). Además, el bronce es reciclable, pudiéndose fundir varias veces para obtener nuevos objetos de otros ya desechados. La única dificultad reside en exceder la temperatura adecuada, lo que podría provocar que el mineral se echase a perder por oxidación.


El Hierro es uno de los elementos que más abunda en la Tierra. Después del aluminio, es el metal más abundante, sin embargo, su utilización práctica comenzó 7000 años más tarde que el cobre y 2500 años después del bronce. Este retraso no se debe al desconocimiento de este metal, puesto que los antiguos conocían el hierro y lo consideraban más valioso que cualquier otra joya, pero se trataba de hierro meteórico, es decir, procedente de meteoritos. El hierro meteórico era conocido tanto en Europa como en América.


Aunque durante milenios no hubo tecnología para trabajar el hierro, en el tercer milenio a.C. parece que algunos lo consiguieron: en las ruinas arqueológicas de Alaça Hüyük (Anatolia) aparecieron varias piezas de hierro artificial, entre ellas un alfiler, una especie de cuchilla y una espléndida daga con la empuñadura de oro. En el segundo milenio destacan un hacha de combate descubierta en Ugarit y, de nuevo, una daga con la hoja de hierro y una exquisita empuñadura de oro, que formaba parte del ajuar funerario de la tumba de Tutankamón. Las materias primas de estos primeros herreros debieron ser minerales como el hematites, limonita o magnetita, casi todos óxidos de hierro que ya eran utilizados para otros fines en la Prehistoria, por ejemplo para ayudar a eliminar impurezas de la fundición del cobre o como colorantes.

Hay antiguos hallazgos de hierro fundido por el hombre desde Siria a Azerbaiyán. Pero ninguno revela cómo fueron obtenidos ni las técnicas usadas. No se conservan ruinas de talleres, ni herrerías, por lo que se ignora de dónde proceden estos objetos, o dónde «se inventaron».
Cuando el Imperio Hitita fue destruido por los Pueblos del mar, hacia 1200 a. C., los herreros se dispersaron por Oriente Medio, difundiendo su tecnología: de este modo comienza la Edad del Hierro en el Próximo Oriente.

El hierro es más abundante, que el cobre y, por supuesto, que el estaño; y, una vez dominada la técnica, más barato que el bronce. Cuando los hititas desaparecieron y sus artesanos se dispersaron, la producción de este metal aumentó considerablemente en todo el Próximo Oriente y los centros siderúrgicos se extendieron hasta el Egeo, Egipto e incluso Italia por el oeste; hacia Siria y Mesopotamia por el sur, hacia Armenia y el Cáucaso por el norte, y hacia las grandes civilizaciones asiáticas por el este.

La tecnología metalúrgica es tan sofisticada que muchos estudiosos consideran, por esta causa, que sólo hubo un punto de origen, que estaría en el Medio Oriente. Sin embargo, la mayoría admite que pudo haber sido inventada en varios puntos del planeta diferentes y en periodos distintos. Sea esto cierto o no, lo que sí es innegable es que la metalurgia actuó como impulsora de la civilización. La necesidad de materias primas estimuló la exploración del mundo e incrementó el intercambio de mercancías e ideas entre gentes de lugares remotos. Los trabajadores del metal se las ingeniaron para idear técnicas e inventos sorprendentes, cada continente, cada región, tiene sus particularidades que no dejan de ser fascinantes.

viernes, 9 de octubre de 2009

Desde la prehistoria hasta el imperio egipcio.

Se supone que el hombre prehistorico descubrió el fuego por un accidente de la naturaleza, ahora, no sabemos si fue una erupción de volcán, la caída de un rayo u otra causa de la naturaleza. Sin embargo, es seguro que las diversas culturas comenzaron a darle diferentes usos a este nuevo descubrimiento: para protegerse del frío, cocinar los alimentos, defenderse de depredadores, etc. Pero el uso mas importante del fuego, sin dudas, ha sido como fuente para la obtención de los metales.
Se cree que el primer metal obtenido fue el cobre (5.000 a.C), cosa que lograron calentando malaquita (un mineral que contiene cobre). Pero como este metal es blando, descubrieron que añadiendole otro, se endurecía: el estaño(3.800 a.C). La unión entre cobre y estaño dio como resultado el bronce, que alcanzó su apogeo 1.500 años a.C. Sin embargo, simultáneamente comenzaba a utilizarse el hierro, que alcanzó su apogeo en el 1.000 a.C.

El metal, en su mayor parte, requiere para ser utilizado de una modificación trabajosa y compleja de las características en que lo hallamos en estado natural. La aparición de la metalurgia es un elemento de tal importancia para el ser humano, que no sería posible entender sin él, el flujo de la historia.

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